martes, 28 de abril de 2015

AMISTAD ENTRE HOMBRES




Normalmente se grita en medio de un abrazo mientras bebemos cerveza, entre el jaleo de una banda tocando para una boda, o en un bar abarrotado. Y siempre suena un poco raro. Pero sienta bien, más de lo que a ninguno de nosotros nos gustaría admitir.
Hay dos factores cruciales que las mujeres deberían entender sobre al amor fraternal. Primero, está basado en la competición. Andrew O’Hagan [dijo] (…) “Nos comparamos con otros hombres, y nos vemos crecer o disminuir dependiendo de lo bien que podamos competir”(…). En pocas palabras, ser un hombre significa estar constantemente compitiendo con otros hombres. La amistad nos proporciona un entorno seguro donde podemos poner a prueba tanto a terceros como a nosotros mismos, creando un equipo desparrings que en el fondo se animan unos a otros.
Si llevamos la metáfora del boxeo un paso más allá, hablemos de Rocky Balboa. Para mí, la historia de amor más emotiva de la saga se da entre Rocky y Apollo Creed, su némesis convertida en entrenador, y no entre Rocky y Adrian, su sufrida (e insufrible, pero ésa es otra historia) compañera sentimental. Apollo sabe algo sobre Rocky que Adrian nunca sabrá, algo que ella probablemente ni siquiera está interesada en saber específicamente: el terreno y los límites de la masculinidad de Rocky, como los hombres la definen entre ellos.
En mi caso, resultaba tranquilizador escuchar que a mis amigos no sólo les caía bien mi novia, sino que también pensaban que era mucho mejor que yo. Incluso habían apostado a ver cuándo se daría cuenta de ello y me dejaría como si fuera un mal hábito. En resumen, se alegran muchísimo por mí.
Hemos de recordar que no toda la amistad masculina se desarrolla bajo estos parámetros, pues hay numerosas variantes dependiendo del país, la edad y otros factores. Sin embargo, esta dinámica en la amistad masculina está lo suficientemente extendida, sobretodo en Occidente, como para que muchos piensen que se trata de un fenómeno universal. Es cierto que hay hombres cuya personalidad les lleva a actuar así, y no hay ningún problema en ese sentido, pero la mayoría lo hace debido a presiones sociales y culturales, pues el mismo autor reconoce que no se trata de una preferencia personal, sino de lo que significa ser un hombre.
La amistad masculina descrita en el artículo se caracteriza no sólo por la competición y el mantener las distancias, sino también por la supresión de los sentimientos, que como mucho tienden a ser disfrazados bajo un velo de agresividad o sólo pueden emitirse cuando la cantidad de alcohol en sangre empieza a desinhibirte (y por tanto no eres completamente dueño de tus actos, o eso quieres creer). El propio autor afirma que expresar el afecto que tiene hacia sus amigos sienta bien, pero no explica qué exactamente le impide hacerlo más a menudo o sin tener que estar en un entorno donde pueda decirse a modo de broma.
en ocasiones si el hombre consigue abrirse emocionalmente, sólo tiene una persona con quien expresar sus sentimientos, que es su pareja, provocando una gran dependencia emocional que puede no ser saludable para ninguno de los implicados. Esto no ocurre con tanta frecuencia entre las mujeres, a quienes se permite establecer amistades íntimas con menor penalización social (aunque en Occidente la distancia entre mujeres es mayor que en otros países). A veces, sin embargo, la pareja del hombre está perfectamente contenta con que el varón no muestre ninguna debilidad emocional, condenándolo a una vida de soledad interior.
La conclusión que podemos sacar de todo esto es que la homofobia nos perjudica gravemente como varones, no sólo por supuesto a los homosexuales, sino también a los heterosexuales. El camino para alcanzar amistades de calidad pasa por desterrar el miedo a ser percibido como homosexual, y esto sólo puede hacerse cuando la homosexualidad per se deje de estar socialmente penalizada. Poco importará que nos acusen de homosexual por tener una amistad íntima cuando ser homosexual no sea considerado como algo negativo o merecedor de castigo, eliminando quizá la mayor barrera que nos separa a unos hombres de otros. Y para este fin todos podemos aportar nuestro grano de arena.

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